Aprovechamos el post de hoy, para hablaros del circo romano de Toledo, uno de los monumentos más antiguos de esta ciudad (y lamentablemente de los menos conocidos por los turistas), y de paso dar a conocer los resultados de la intervención arqueológica que desarrollamos dentro de su recinto entre los meses de septiembre y octubre de 2010, con motivo de las obras de renovación de la instalación del alumbrado público del Parque Escolar.

Esta entrada resume en parte un artículo publicado en el 2011 en el libro colectivo Proyectos Urbanos y Arqueología en las ciudades Patrimonio de la Humanidad de España, que podéis consultar en nuestro perfil de Academia.edu, y el informe final entregado en la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.

El circo romano de Toledo se encuentra en el sector sur de la Zona Arqueológica de la Vega Baja, un espacio de algo mas de seis hectáreas, en el cual, además de las ruinas del propio circo, se encuentra uno de los cementerios medievales más importantes de la ciudad, restos de alfares islámicos, la basílica de Santa Leocadia y la ermita de San Ildefonso.

Hoy en día, sus ruinas se encuentran divididas transversalmente en dos por la antigua carretera de la Fábrica de Armas, actual Avenida de Carlos III. Esta división provoca que el hemiciclo y una mitad del circo queden dentro del llamado Parque Escolar, mientras que su otra mitad se localiza en el Paseo del Circo Romano. Esta parte, es menos visible y se halla mucho más arrasada, al estar sus restos en gran parte sepultados, levantándose sobre ellos algunos edificios, como es el caso de la Venta de Aires, y siendo utilizado como aparcamiento de vehículos.

No obstante, tanto por sus dimensiones como por su estado de conservación, el circo de Toledo es uno de los principales ejemplos de modelo de edificio circense de Hispania y del Occidente del Imperio Romano.

INTERVENCIONES ARQUEOLÓGICAS EN EL CIRCO ROMANO DE TOLETUM Y SU ENTORNO

El circo romano de Toletum ha sido objeto de diversas intervenciones arqueológicas a lo largo del tiempo. Las primeras noticias sobre excavaciones en el recinto del circo se remontan a finales del siglo XIX, cuando la Sociedad Arqueológica de Toledo exploró en 1886 el sector de las carceres y descubrió restos de los sillares del podium.

Ya en el siglo XX, entre 1927 y 1929, la Comisión Provincial de Monumentos de Toledo desarrolló durante tres campañas una intervención en la que se actuó en todas las carceres y en varios tramos de los dos graderíos y el hemiciclo, así como en un pequeño tramo de la spina situado frente a la Venta de Aires. Estas excavaciones permitieron localizar las doce carceres y conocer la planta completa del circo, realizando el ingeniero y geógrafo Alfonso Rey Pastor el primer levantamiento topográfico de su recinto.

Levantamiento topográfico del circo romano realizado por Alfonso Rey Pastor
Excavaciones realizadas en la zona del hemiciclo en 1927-1929 (Castaños et alii, 1928, lám. II).

Hay que esperar a la segunda mitad del siglo XX, para que vuelva a intervenirse en el circo romano. En los años ’60, Marcelo Vigil lleva a cabo la primera excavación sistemática en el hemiciclo y el sector del graderío izquierdo localizado dentro del Parque Escolar, y después, en 1972, Ricardo Izquierdo Benito se ocupa de la limpieza de la zona de las carceres.

Pero es en los años ’80, cuando tiene lugar la primera y última gran intervención arqueológica realizada en el circo romano. Entre los años 1982-1983, el equipo dirigido por Sánchez-Palencia se encarga de la limpieza de las zonas anteriormente excavadas, realiza una nueva documentación planimétrica y estudio de su estructura arquitectónica visible, y establece por primera vez la secuencia cultural del yacimiento.

En los años 1998-1999, se desarrollaron nuevamente trabajos, bajo la dirección arqueológica de Sainz y Rojas, en el hemiciclo y el lado noroeste, para permitir una mejor perspectiva de los restos y evitar la proliferación de raíces. Se limpió y acondicionó la zona, excavándose además una franja paralela en el lado interior del edificio, en la que se detectó parte de la necrópolis medieval, sin alcanzar niveles romanos.

En los primeros años del siglo XXI, han tenido lugar las tres últimas intervenciones arqueológicas realizadas dentro de los límites del recinto circense, tratándose en todos los casos de controles arqueológicos de obras de mejora del entorno urbano. En 2009, la empresa Juan Manuel Rojas Arqueológica, S.L. se encargó del control y seguimiento del proyecto de acondicionamiento de viarios en la Vega Baja, centrándose parte de los trabajos en la reforma de la Avenida Carlos III, que atraviesa perpendicularmente el recinto del circo. Durante la realización de algunas de las zanjas de servicio se detectaron restos del muro perimetral oeste del circo, así como los cimientos de otro muro de época visigoda, aparecido en el cruce de la avenida con el Paseo del Circo Romano, y hallazgos aislados de cipos funerarios medievales.

En 2010, nuestro equipo llevo a cabo el control arqueológico de las obras de renovación de la instalación de alumbrado público del Parque Escolar. Durante el seguimiento de la apertura y cierre de las zanjas en este sector del circo, hallamos un total de veintidós enterramientos medievales, además de cipos funerarios y restos de pavimentos, también de cronología medieval.

La última intervención arqueológica tuvo lugar en 2011, esta vez a cargo de Antonio Gómez Laguna, Antonio Guío Gómez y Juan Ángel Ruiz. La actuación se incluyó dentro del proyecto de acondicionamiento y puesta en valor del circo romano, elaborado por el arquitecto municipal, J. Ignacio Álvarez Ahedo. Los objetivos de este proyecto eran la consolidación y conservación de las ruinas localizadas dentro del Parque Escolar, y la recuperación y exposición de la zona exterior a este, liberándola del aparcamiento incontrolado de vehículos que ponían en riesgo la integridad de los restos.

LA ARQUITECTURA DEL CIRCO ROMANO DE TOLETUM 

Como acabamos de ver, los datos con los que contamos sobre la planta y arquitectura de este edificio lúdico fueron obtenidos principalmente en las excavaciones realizadas por Castaño Montijano y Rey Pastor, entre 1927-1929, y completados con la información conseguida durante la intervención sistemática desarrollada en 1982-1983 por el equipo de Sánchez-Palencia.

La conservación de la estructura del circo es desigual, encontrándose mucho más arrasada y menos visible en la cabecera que en la zona integrada dentro del Parque Escolar. No obstante, su trazado general no muestra dudas, observándose similitudes con el circo de Emerita Augusta, también construido en el siglo I d.C.

Su planta rectangular tiene aproximadamente 40.800 m2, con 423’10 metros de longitud y 100’8 metros de anchura. Está cerrada en su lado noreste por un hemiciclo, mientas que la cabecera, con las carceres, se sitúa en el extremo opuesto.

La zona de las carceres fue documentada fundamentalmente durante las excavaciones de los años ’20, por lo que su organización y rasgos concretos ofrecen incertidumbres. Según sus excavadores, se documentaron las doce casillas de salida, distribuidas en dos sectores de seis, divididos entre sí en el centro por una puerta. Además, la zona central de su arco coincidiría con la alba linea y con la posición de la meta secunda, pero no hay pruebas concluyentes, ya que en ese punto no se abrieron trincheras.

El espacio donde se desarrollaban las competiciones, la arena, está separado por un muro de delimitación o podium del graderío. El circo ocupa una pequeña vaguada que presenta una inclinación natural que posibilitó que uno de los lados del graderío fuera construido directamente sobre el terreno. De este modo, la nivelación de la arena se consiguió desmontando el terreno hacia el sureste y depositando las tierras extraídas en el lado noroeste.

Siguiendo el esquema de otros circos, la arena se encontraría dividida longitudinalmente por una barrera central o spina. Los restos de spina descubiertos hasta el momento son escasos. Supuestamente, aparecieron parte de ellos en los años ’20. Se trataba de unos muros que delimitaban un espacio de unos 8’10 metros de anchura, a la altura de la Venta de Aires.

En el transcurso de esas mismas excavaciones, Rey Pastor estableció la longitud de la spina en unos 230 metros, presentando esta una orientación ligeramente oblicua respecto al eje mayor del circo para facilitar la igualdad entre todos los equipos en la salida de las carreras. En los años ’80 se documentaron posibles indicios de la capa de preparación de esta. Se trata de una capa de arena y cal, de unos seis metros de anchura, y varios niveles de espesor irregular, localizada en la zona central del recinto circense y rota por la fosas de enterramiento de la necrópolis medieval.

Alrededor de la arena se disponían los dos graderíos unidos en el hemiciclo. Estos graderíos contaban con dos niveles, el maenianum primum o inferior, y el maenianum summum o superior, constructivamente independientes y realizados con materiales diferentes, ya que el superior, totalmente desaparecido, fue levantado seguramente en madera.

Igualmente, las técnicas constructivas empleadas para la realización del maenianum primum fueron distintas en su lado derecho o sureste que en su lado izquierdo o noreste, adaptándose a las condiciones de la topografía del terreno. En el frente sureste, se aprovechó la inclinación existente, añadiendo un relleno artificial procedente del desmonte de la arena, que quedó contenido entre el podium y un muro paralelo exterior o balteus, sobre el que se dispuso directamente el graderío.

En cambio, en el hemiciclo y el frente izquierdo fue necesario levantar unas substructiones a base de bóvedas para sostener el primer graderío. Estas bóvedas se apoyaban contra el podium por el interior, y en el exterior en los sillares de granito de los estribos, hoy prácticamente desaparecidos.

Bóvedas de opus caementicium del hemiciclo

El estado de conservación de estas bóvedas difiere según los sectores. En el hemiciclo permanecen en pie casi en su totalidad, contabilizándose un total de veintiocho, organizadas en dos sectores de catorce, separados por un espacio central, de difícil interpretación, pero que tal vez pueda relacionarse con la existencia de un arco monumental, a cuyos lados se instalaron las escaleras de acceso al primer graderío.

Escaleras situadas en la zona central del hemiciclo

En el lado noreste, la estructura de las bóvedas es similar, pero con una planta cuadrada en vez de trapezoidal, distribuyéndose en nueve series o cunei de nueve bóvedas cada una, separadas entre sí por un cuerpo de escaleras o vomitoria que permitía acceder desde el exterior.

Este primer nivel de graderío tendría capacidad para cuatro gradas o filas, recubiertos en origen por sillares. Su estructura caementicia conserva en algunos lugares las marcas de las cuatro hileras de gradas, de entre treinta y sesenta centímetros de anchura.

Como hemos comentado, el maenianum summum seguramente fue realizado en madera. En el hemiciclo y el lado noroeste, apoyaba su armazón sobre el muro exterior del primer graderío, así como en las escaleras de acceso y en una línea de pilares alineada frente a los estribos de las bóvedas, que iban aumentando progresivamente su altura desde el hemiciclo hacia el sureste.

Restos de una de las scalea de acceso del lado izquierdo del circo

En el graderío inferior las scalea de acceso sólo eran necesarias en el lado izquierdo o noroeste, donde ocupaban, como hemos indicado más arriba, espacios regulares, de treinta y cinco metros. En el frente derecho, la parte superior el podium quedaba aproximadamente a la altura del terreno exterior, por lo que sería necesario interrumpir el graderío para dar acceso a los espectadores. En cuanto, a los accesos para el graderío superior, conservan buena parte de su estructura en el lado izquierdo, observándose incluso en dos casos los primeros sillares de sus peldaños. Lógicamente, son de planta más alargada y alzado más alto aquí que en el lateral derecho, a causa del desnivel. Al salir del Parque Escolar y atravesar la Avenida de Carlos III se pierde, conservándose únicamente el arco situado junto a la Venta de Aires.

Arco de la Venta de Aires

EVOLUCIÓN DEL CIRCO ROMANO DE TOLETUM 

El circo en época romana

Ya hemos indicado, como hasta las excavaciones del equipo de Sánchez-Palencia, no se contó con una estratigrafía del circo romano que permitiese dibujar una secuencia cultural del monumento. Basándose en esta estratigrafía, se han establecido cuatro momentos, que van desde los primeros niveles de ocupación de su espacio, en la primera mitad del siglo I d.C., hasta el abandono de la necrópolis medieval en el siglo XV.

De este modo, sabemos que la superficie en la que se extiende el recinto circense tuvo una ocupación previa, a la que no se asocian estructuras constructivas, por el momento, y que puede ser datada por los materiales cerámicos documentados en la primera mitad del siglo I d.C. Esta primera ocupación puede ser interpretada como muestra de que el lugar debió emplearse en esos momentos para la celebración de juegos circenses o similares, implicando a su vez la existencia de actividades mercantiles, tal y como sucedió en el Circo Flaminio de Roma.

Poco tiempo después, entre mediados del siglo I d.C. y los años 70-80 d.C., se construye el circo, formando parte de un complejo lúdico, completado por el teatro situado al norte de su hemiciclo, bajo el actual Colegio de las Carmelitas, y el anfiteatro, localizado en el barrio de Covachuelas. Su edificación se circunscribe, por tanto, dentro de un intenso proceso de ocupación de la llanura de la Vega Baja en época altoimperial.

La erección de este complejo lúdico ha sido relacionada con la promoción jurídica de Toletum. Tras su conquista por parte de los romanos, en el año 192 a.C., perdió su papel preponderante en la Meseta Sur, basado principalmente en la presencia estratégica del vado del Tajo, permaneciendo como ciudad estipendaria (Plinio, Naturalis Historia, III, 24-25).

Esta situación tiene, en opinión de Ángel Fuentes, una sencilla explicación. En un primer momento, las ciudades valoradas en la Meseta Sur fueron aquellas vinculadas a la variante interior del Camino de Aníbal, es decir, con el tránsito desde la Bética hacia el Levante por el interior de la Meseta, lejos, en consecuencia, del paso toledano del Tajo.

No obstante, Toletum debió recuperar pronto su papel estratégico al ser promocionada a municipium. Existen divergencias sobre el momento exacto en el que se produjo esta municipalización. Tradicionalmente, se ha sostenido que tuvo lugar en época flavia, coincidiendo con un extenso programa de remodelación urbanística, en la que se debió incluir la construcción del complejo lúdico de la Vega Baja. Sin embargo, algunos investigadores adelantan la municipalización de la ciudad al período augusteo, ya que creen que contribuiría a comprender mejor la jerarquización del territorio y la intervención del poder político romano.

Frente a estas opciones, Sánchez-Palencia y Sainz defiende que la construcción del circo de Toletum trasciende el marco evergético,  relacionándose su edificación con la importancia de la economía ganadera en esta zona, y, más concretamente, de la crianza y entrenamiento de caballos.

Sea como fuere, y aunque todavía no se han documentado materiales que atestigüen directamente la utilización del circo de Toletum durante época romana, este parece mantenerse en uso hasta finales del siglo IV o principios del V. Es al menos, lo que se desprende del hallazgo de sigillatas claras, lucentes y monedas pertenecientes al siglo IV, y sobre todo, del denominado marfil de Hipólito.

Este colmillo de elefante, con la escena del rechazo de Hipólito a Fedra, puede fecharse, tanto por su estilo como por el material utilizado, en la última década del siglo IV. Probablemente, se trate de una pieza de remate de una sella curulis, una silla transportable utilizada para que un funcionario de paso o algún miembro de la aristocracia local presenciase los espectáculos del circo.

El hallazgo de esta pieza supone un importante testimonio de la perduración de los juegos circenses en Toletum e Hispania. Aunque García Moreno asegura que su celebración continuó en las ciudades más importantes hasta el siglo VI, esta teoría es difícilmente defendible. Desde el siglo IV y, sobre todo, a lo largo del siglo V, se produce el declive de los espectáculos, abandonándose la mayoría de los edificios.

En este sentido, para Arce la actividad circense se redujo a Emerita Augusta. El resto de los circos hispanos en uso debieron utilizarse únicamente en determinados momentos, como las visitas del gobernador o del vicarius durante sus viajes de inspección. De hecho, el marfil de Hipólito de Toledo pertenecería a una sella utilizada por el gobernador o vicarius en una sus visitas a la ciudad.

El circo en época visigoda 

Hoy por hoy, el  hallazgo en 2009 de los cimientos de un muro de época visigoda en el cruce de la Avenida de Carlos III con el Paseo del Circo Romano, son el único elemento, perteneciente a este período localizado dentro del recinto circense, y nos indica que el edificio había perdido su función original.

No obstante, a pesar de que ya no se celebrase carreras, es muy probable, que la imagen del circo se convirtiera en un elemento destacado dentro del entorno palatino visigodo. No debemos olvidar que la monarquía visigoda, y más concretamente Leovigildo y Recadero, elige la zona anexa al circo como área en la que desarrollar su programa de imitatio imperii de la corte de Constantinopla.

De este modo, asistimos desde mediados del siglo VI a un programa urbanístico dirigido a establecer en la zona suburbana de la ciudad la corte visigoda. Y de entre todos los nuevos edificios levantados para albergar a los representantes de la jerarquía eclesiástica, civil y militar, destaca el Palatium Regis, construido junto al circo, y al que pertenecerían según Palol, los restos de un edificio aúlico documentados en las inmediaciones de la ermita del Cristo de la Vega, en los años ‘70. Posibilidad, que tanto Carrobles como Ángel Fuentes no descartan, ya que la proximidad del recinto circense sugeriría en el esquema seguido a partir del siglo III en otras ciudades del imperio. Pero que Juan Manuel Rojas y Antonio Gómez no siguen, ya que los identifican con la Basílica de Santa Leocadia.

El circo en época medieval

Tras la conquista islámica, se produce el abandono del suburbium visigodo de la Vega Baja. Es posible que, a lo largo del siglo VIII, entrase en una lenta decadencia, que concluyó con su casi total desaparición a mediados del siglo IX o principios del X, con motivo del cambio de patrón de asentamiento y los conflictos en los que la ciudad se verá envuelta desde la segunda mitad del siglo VIII.

Con este abandono de la zona, el espacio del circo romano cambió paulatinamente pasando a convertirse en un área cementerial. Las diferentes actuaciones realizadas en su recinto y entorno más inmediato han permitido comprobar su conversión en necrópolis o maqbara, desde el período emiral hasta el siglo XI, transformándose posteriormente en cementerio mudéjar y cristiano, continuando su utilización hasta el siglo XVI.

Con los datos obtenidos en las intervenciones de 1982-1983 y 1985, de Juan García ha establecido la tipología de los enterramientos musulmanes detectados en el circo romano. Dicha tipología está compuesta de cuatros tipos de sepulturas: tumbas sin estructura, tumbas con cubierta plana, lucillos y tumbas de fosa en alcaén. Este último tipo, corresponde a los enterramientos más antiguos, fechables entre los siglos IX y XI, y localizados en la mitad SE del Parque Escolar, cortando el nivel estéril de alcaén. Los otros tres tipos, pertenecerían a la fase mudéjar, siendo las que no presentan estructura las más modernas de todas.

Tumbas de lucillo del circo romano de Toledo

Estos tres tipos de inhumaciones se sitúan al parecer, por todo el recinto del antiguo circo. De hecho, los enterramientos musulmanes posteriores a época emiral se extienden hasta el Cristo de la Vega, en cuyas proximidades se ha detectado también tumbas pertenecientes a cristianos, que se remontan al menos al siglo X, y que prosiguen hasta el XIV, con la creación de los cementerios de La Misericordia y Canónigos.

Por otra parte, junto a este uso funerario, se ha constatado también en época medieval la práctica de actividades alfareras en el interior del recinto del circo. Exactamente, en su zona noroeste, se documentó la presencia de un complejo alfarero, compuesto por cinco hornos cerámicos alineados y una serie de dependencias complementarias, quizás en funcionamiento desde comienzos del siglo X, pero con una producción bien documentada sólo a partir del segundo tercio de ese mismo siglo y hasta finales del XI.

A estas funciones funeraria y alfarera debemos unir el carácter agrícola que debió mantener la zona, y que se desprende de la lectura de los documentos notariales mozárabes de los siglos XII y XIII, en los cuales se menciona habitualmente la existencia de huertos y campos de cultivo. Esta actividad agrícola se mantuvo entre los siglos XVI y XVIII.

El circo romano en época moderna

Junto a estas huertas, aparecen durante la Edad Moderna varias construcciones dentro de los límites de su recinto: convento de Mínimos de San Bartolomé, la capilla de Montero y el llamado Brasero de la Vega, cuya localización conocemos gracias al grabado de Anton van den Wyngareden (1563), el Plano del Greco (1610) y la Panorámica de Arroyo Palomeque (1720).

El convento de Mínimos de San Bartolomé o de San Francisco de Paula, conocido como “Los Bartolos”, fue levantado en el lado oeste del circo, sobre una ermita anterior de igual advocación, mencionada en textos del siglo XIV. Su fundación tiene lugar en 1529, por iniciativa de Fray Marcial de Vicinis, encargándose de los gastos de su construcción el secretario de Felipe II, don Diego de Vargas.

No se conserva ningún resto de este convento, apareciendo únicamente representado en el grabado de van den Wyngareden y en la Panorámica de Arroyo Palomeque. El arquitecto Hernán González inició su construcción en 1562, siguiendo las trazas de Alonso de Covarrubias, continuando después los trabajos Nicolás de Vergara el Mozo, quien los concluye en 1591.

El convento fue destruido por los franceses, en 1811, siendo abandonado por los frailes. En 1845 fue demolido, reutilizándose los materiales constructivos en la reparación del ex-convento de la Merced, actual Diputación Provincial de Toledo. Posteriormente, en 1914, se arrasaron sus últimos restos.

En cuanto a la capilla o humilladero de Montero, es visible en el Plano del Greco, situada en la zona del hemiciclo del circo, ocupando las primeras bóvedas por su lado sureste. Apenas contamos con referencias escritas acerca de ella, salvo una mención de 1748, y tampoco se conservan resto, salvo algunas alteraciones en las estructuras en la mitad sur del hemiciclo. Probablemente desapareció antes de la segunda mitad del siglo XIX, ya que no aparece en el plano de la ciudad de Francisco Coello (1858).

También en la zona del hemiciclo, y próximo a la capilla, se levantó en 1576 de forma provisional el Brasero de la Vega, lugar de ejecución de los condenados por la Inquisición. A finales de ese mismo siglo, entre 1592-1595, este patíbulo fue reformado, realizándose en mampostería y presentando la planta cuadrangular con torrecillas en sus ángulos que se aprecia en la Panorámica de Arroyo Palomeque. El Brasero subsistió hasta 1813, momento en el que el Santo Oficio fue suprimido por las Cortes de Cádiz.

El circo romano en época contemporánea 

No es hasta época contemporánea cuando tiene lugar la progresiva urbanización del entorno del circo romano, iniciada con el surgimiento y consolidación de algunos viales, continuada con el ajardinamiento de su mitad noroeste (Parque Escolar) y concluida con la aparición de un pequeño barrio.

Entre 1778 y 1849, se consolida el camino preexistente que comunicaba la Puerta de Bisagra con la Real Fábrica de Armas, actual Avenida de Carlos III, dividiendo el recinto en dos mitades. Y poco tiempo después, se realiza el paseo que desembocaba en el Cristo de la Vega, actual Paseo del Circo Romano, plantando moreras a sus lados y colocándose bancos de piedra y ladrillo.

Estos incipientes trabajos de urbanización no impidieron que el recinto del circo continuase siendo utilizado para la celebración de ferias de ganado en la segunda mitad del siglo XIX, y que incluso el Ayuntamiento lo ofreciese, afortunadamente sin éxito, como campo de maniobras para el Ejército.

Hacia 1891, se construye la Venta de Aires, invadiendo parte de la arena y la spina del antiguo circo, dándose así el pistoletazo de salida al surgimiento de un barrio que se articula a ambos lados del Paseo del Circo Romano, y que en origen tuvo una función fundamentalmente turística.

Colección Luis Alba. Archivo Municipal de Toledo

La conservación del extremo noreste del circo se garantizó en el siglo XX, con la creación, en 1906, del llamado Parque Escolar, por parte de Luis de Hoyos Sainz, pero significó también, con su ajardinamiento, el comienzo de uno de los principales problemas que desde entonces han afectado a sus ruinas. A los problemas ocasionados por las raíces del arbolado y los arbustos tanto en las ruinas del circo como en los enterramientos medievales, hay que sumar las afecciones producidas por la apertura de las acequias y otros sistemas de riego del jardín. Y en los años ’60, se instaló una alcantarilla y un registro junto a la bóveda 24 del hemiciclo, rompiéndose parte del graderío y del cimiento del podium. 

En la siguiente década, se produjo una remoción de tierras incontrolada en el exterior del graderío izquierdo y el sector norte del hemiciclo, que destruyo parte de las estructuras alfareras islámicas, así como algunos enterramientos. Y también se construyo sobre la estructura del graderío sureste una fuente conmemorativa en honor de Luis de Hoyos Sainz.

RESULTADOS DE LA INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA DE INVERSA

Como hemos indicado al principio del post, nuestra actuación se desarrollo entre los meses de septiembre y octubre de 2010, y consistió en el control arqueológico de los trabajos de apertura y cierre de las zanjas necesarias para realizar el “Proyecto de Renovación y Mejora de la Eficiencia Energética de la Instalación de Alumbrado Público del Parque Escolar”. Su dirección estuvo a cargo de Antonio Rodríguez Fernández y yo misma, participando también en el equipo Elena Justel Gómez.

Dada la localización de las obras y el impacto que estas iban a tener sobre los restos arqueológicos del circo romano, se redujeron las cimentaciones, con el objetivo de profundizar lo menos posible en el subsuelo del parque.

A pesar de la poca profundidad de las zanjas (no se supero en ningún caso los 40 cm bajo el nivel de suelo), se detectó una gran cantidad de restos arqueológicos. En este sentido, no debemos olvidar que las estructuras de algunas tumbas son visibles a simple vista cuando se pasea por el Parque Escolar.

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Tumba del circo romano de Toledo

Dado el elevado número de hallazgos producidos, y teniendo en consideración la posibilidad de que en un futuro lleve a cabo en el recinto del Circo romano una intervención sistemática, se decidió no excavar arqueológicamente los enterramientos y estructuras dejados parcialmente al descubierto por el trazado de las zanjas. Para su correcta conservación, una vez documentados y recogidos en una planimetría general, procedimos a su cubrición con geotextil, cerrando las zanjas con tierra y bordillos, que impidiesen el levantado de las canalizaciones, al descartarse su rellenado con hormigón, material mucho más destructivo.

Como hemos indicado anteriormente, se documentaron en total veintidós enterramientos medievales, además de cinco cipos funerarios descontextualizados y restos de pavimentos. En ningún momento se superaron los estratos medievales del circo romano.

Cipos detectados durante el control arqueológico

En lo que se refiere a los pavimentos, se trata de suelos realizado a partir de piedras irregulares y fragmentos de ladrillo. Ya en las excavaciones de los años ’80 dirigidas por Sánchez-Palencia se detectó en cuatro de las diecisiete cuadrículas en las que se subdividió el corte estratigráfico S, abierto entre los dos graderíos y la zona de la spina central, un pavimento de características similares, formado por un conglomerado de pequeñas piedras y fragmentos de tejas y ladrillo, unidos con cal. Los restos identificados durante nuestra intervención, en distintos puntos de la zona central del circo y en la parte sureste de su hemiciclo, podrían corresponder a la misma unidad constructiva descrita en los años ’80.

Restos de pavimento documentados durante el control arqueológico

En cuanto a las tumbas documentadas  corresponde a enterramientos musulmanes. En algunos casos presentaban una cubierta claramente definible, que por sus características pueden incluirse dentro de dos de los tipos establecidos por de Juan García: tumbas con cubierta plana sin cipo y tumbas de lucillo. En el resto, nos encontramos ante cubiertas que, por el momento, y dado su estado de conservación, no podemos afirmar que pertenezcan a un tipo concreto, aunque tal vez estén relacionadas con las tumbas sin estructura.

Enterramiento detectado durante el control arqueológico
Atifles y otros materiales recuperados durante el control arqueológico

Por otra parte, la cerámica medieval recuperada, y sobre todo, los fragmentos de atifles recogidos, nos remiten a la zona alfarera excavada por Sergio Martínez Lillo en el frente noroeste del circo.

BREVE BIBLIOGRAFÍA

Para una bibliografía más completa sobre la Vega Baja y el circo romano os remitimos al artículo mencionado al inicio del post. Aquí os exponemos sólo una breve muestra de las publicaciones que consideramos más importantes, así como de los autores que hemos citado a lo largo del texto.

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